Ese día, aprendí a cambiar mi mirada crítica, esa que siempre me hacía sentir insegura y pequeña, por una mirada de amor, dulce, compasiva, en la que me permitía equivocarme; sólo así podía aprender. Me di cuenta que mis errores me hacían grande. Descubrí que el amor que pedía a los demás tenía que aprender a dármelo primero a mí. No hay mejor manera de amar a los demás que amándose a uno mismo. El día que me enamoré de mí, dejé de sufrir. Comprendí que sufrir siempre era una elección, consecuencias de aferrarse a algo que no era tuyo. Acepté el dolor de las ausencias y rechacé el dolor de las despedidas eternas. Descubrí que amar es cuidar, y que nunca supe cuidar de mí, de mi corazón, de mi mente, y de mi alma.
El día que me enamoré de mí, me permití disfrutar, sentirm
e merecedora de todo lo bueno que la vida tenía para mí y aceptar todo lo que la vida me quería enseñar. Dos lecciones que a veces tardamos toda una vida en aprender, y que hay quien nunca aprende. Pero nunca es tarde y siempre es el momento. Descubrí que después de más de treinta años juntas, no sabía quién era yo, ni qué sentía, ni qué quería para mí. Me olvidé de creer en mí, de soñar; me olvidé de mí. Hay muchas formas de olvidarse de uno mismo. Te olvidas de ti mismo cuando las partes de tu cuerpo te hablan y tú no te escuchas, o cuando todo el mundo es más importante que tú…” No importa qué necesites, qué desees, qué quieras, los demás están primero”
El día que te enamores de Ti, llenarás con tu amor tus vacíos, esos que siempre buscas que te llenen otros; conocerás el significado de la palabra incondicional, en la que AMOR se escribe con mayúsculas y aprenderás a verte como eres, aceptarte como eres, abrazar tus miedos, y Creer en Tus Sueños (…)
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