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martes, 23 de junio de 2015

El reflejo de Narciso


Narciso era un hermoso muchacho que todos los días iba a contemplar su propia belleza en el lago. Estaba tan fascinado por sí mismo, que un día cayó dentro del lago y murió ahogado.
En el lugar donde cayó, nació una flor a la que llamaron narciso.
Cuando Narciso murió, vinieron las
Oréiadas -diosas del bosque- y vieron el lago transformado, de un lago de agua dulce,  en un cántaro de lágrimas saladas.
-¿Por qué lloráis? -preguntaron las Oréiadas.
-Lloro por Narciso -respondió el lago.
-Oh, no nos extraña que lloréis por Narciso -prosiguieron diciendo ellas-. Al fin y al cabo, a pesar de que todas nosotras le perseguíamos siempre a través del bosque, vos érais el único que tenía la oportunidad de contemplar de cerca su belleza.

-Entonces, ¿era bello Narciso? -preguntó el lago.
-¿Quién sino vos podría saberlo? -respondieron, sorprendidas, las Oréiadas-. Después de todo, era sobre vuestra orilla donde él se inclinaba todos los días.

El lago quedóse inmóvil unos instantes. Finalmente dijo:
-Lloro por Narciso, pero nunca me había dado cuenta de que Narciso fuese bello. Lloro por Narciso porque cada vez que él se recostaba sobre mi orilla, yo podía ver, en el fondo de sus ojos, mi propia belleza reflejada.
Por Oscar Wilde.


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