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lunes, 6 de julio de 2015

Érase una vez… un abrazo.



Un abrazo de esos largos, cálidos, de los que te da tiempo a respirar.
Un abrazo que nació entre dos amantes imposibles. 
Dos personas que sabían muy bien que no se verían ya nunca más.
Por eso nació triste, sabiéndose el último de su saga, un bellísimo punto y final.
Durante años, el abrazo buscó consuelo y no encontró más que abrazos de compromiso.
Gente que se abrazaba por abrazar.
Pero un día, ese mismo abrazo se encontró a dos amigos a punto de perderse.
Estaban en ese punto en el que cualquier palabra mal interpretada podía romper su amistad.
Uno de ellos buscaba el perdón y el otro no sabía muy bien cómo podérselo dar.
El abrazo se colocó entre ellos.
Los miró a los ojos.
E hizo lo que sólo un buen abrazo puede hacer.
Fundir sus cuerpos en un solo destino.
Borrar heridas, responder preguntas y saldar cuentas.
Risto Mejide

1 comentario:

  1. Hace poco he recibido y dado un abrazo de estos,! que maravilloso y reparador ! Fue largo, muy largo, cálido y deseado... ! Como lo necesitaba !

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