El joven estaba desesperado, hasta el punto que llegó a detestar el momento de acostarse pese al cansancio acumulado. Había visitado doctores y psicólogos, había confesado su problema a amigos, lo había intentado todo, pero sin resultados: el espectro seguía presentándose cada noche y le recordaba todos los rincones más íntimos y dolorosos.
Ya al borde de un colapso nervioso, decidió pedir auxilio de un célebre maestro zen que practicaba en la misma provincia. Fue a ver al maestro que le recibió amistosamente. Tras haberle explicado el dilema, el joven añadió: " Ese fantasma lo sabe todo, absolutamente todo acerca de mí, ¡ incluso conoce mis pensamientos ! No puedo sustraerme a su dominio ". El maestro pensó que la solución no estaba fuera del alcance del chico y le sugirió que hiciera un trato con el fantasma. " Esta noche, antes de acostarte -le dijo- coge un puñado de lentejas al azar y no las sueltes. Luego acuéstate y espera. Cuando el espectro se presente proponle un trato. Dile que si adivina cuántas lentejas tienes en la mano será para siempre tu dueño y que si no lo adivina deberá desaparecer para siempre. Vamos a ver que pasa ".
El chico procedió del modo que le aconsejo el maestro. Poco después de acostarse el fantasma apareció y le dijo: " Sé que intentas librarte de mí. También sé que te has ido a ver aquel bobo del monje zen para que te ayude a echarme, pero tus esfuerzos no te servirán para nada "." Bueno -respondió el joven- ya sabía que me habrías descubierto, así como supongo que indudablemente sabrás cuantas lentejas tengo en el puño ". El fantasma desapareció para no volver nunca jamás. Lo que no sabía el chico no lo podía saber su fantasma.
OTRA VERSIÓN:
Desterrando a un fantasma
La esposa de un hombre estaba muy enferma. En su lecho de muerte le dice, "¡Te amo demasiado!, no quiero dejarte, y no quiero que me traiciones. Promete que no verás otras mujeres cuando yo muera o volveré para rondarte.
Durante varios meses después de su muerte el marido evitó a otras mujeres, pero conoció a alguien y se enamoró. En la noche que se
comprometieron, el fantasma de su difunta esposa se le apareció. Ella lo acusó de no cumplir con la promesa, y volvió todas las noches para atormentarlo. El fantasma le recordaba todo lo que habían pasado él y su prometida ese día, hasta el punto de repetir, palabra por palabra, las conversaciones que habían tenido. Esto lo trastornó tanto que no pudo dormir nada.
Deseperado buscó el consejo de un maestro Zen que vivía cerca del pueblo. "Este fantasma es muy listo", dijo el maestro luego de oir la historia del hombre, "¡Lo es!", contestó el hombre. "Recuerda cada detalle de lo que dije e hice. ¡Sabe todo!" El maestro
sonrió. "Deberías admirar a un fantasma así, pero yo te diré que hacer la próxima vez que aparezca."
Esa noche el fantasma regresó. El hombre hizo exactamente lo que le había dicho el maestro. "Eres un fantasma muy sabio", dijo, "Sabes que no te puedo esconder nada. Si puedes responderme una pregunta, romperé el compromiso y permaneceré soltero por el resto de mi vida". "Haz la pregunta", contestó el fantasma. El hombre sacó un puñado de frijoles de una gran mochila que estaba en el piso, "Dime exactamente cuantos frijoles tengo en mi mano".
En ese momento el fantasma desapareció
y no volvió nunca más.
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